Ferrocarril de la muerte

Noche de jueves, mi segunda y última en Bangkok. Saco pasaje para Ko Tao (una de las islas del sur de Tailandia = playa!), me hago masajes de pies y duermo espléndidamente. Habrán sido los masajes, o la expectativa de abandonar ese infierno de calor, o la emoción por ir a Kanchanaburi… seguramente fueron los tres.

Para ir a Kanchanaburi, en cuanto a comodidad respecta, lo mejor es sacar pasaje de colectivo en la guest house en la que estás (en mi caso, White Orchid). Te sale lo mismo – 200 bath – y no es el estrés y el tiempo que tardás en hacerlo por tu cuenta. Claro que yo no lo sabía, y además, me motivaba la idea de hacer el trayecto en tren. Así que 5.00 am arriba de la cama, para tomarme el tren de las 7.00 en Thonburi, la estación, que terminó saliendo a las 8.00.

Por miedo a perderlo, llegué al alba (literalmente), un problemita de horarios y de información que como regalo me dio un paseo por el mercado vecino a la estación. Increíble feria de carnes, semillas, frutas, verduras desconocidas, olores, harinas, colores muchos, pescados de todos los tipos y tamaños, todavía moviéndose en las palanganas y mesadas. Pasé por varios de estos por Latinoamerica, pero éste fue realmente novedoso. Bastó poner un pie en su suelo húmedo y hediento para olvidarme del sueño y del tiempo de espera.

El viaje en tren a Kanchanaburi es uno para no perderse. Con excepción de algunos turistas, son todos Thai people. Y la vía cruza plátanos, mucho verde, puentes y ríos, y estaciones de tren llenas de flores de muchos colores. Son tres horas de butaca dura, pero de última te parás a estirar las piernas. Yo compartí lugar con una monja budista, que rapada y vestida de blanco rezaba y tomaba coca cola.

Y finalmente llegó la estación de tren de Kanchanaburi, con sus montañas, su selva y su sol rajante. Lo mejor, antes de tomarse un tuk tuk en dirección al puente sobre el río Kwai (la atracción de Kanchanaburi), es ir al completo e interesante Museo de Burma and Thai Railway, para empaparse un poco de la historia de la famosa vía de la muerte, de la cual el puente del río Kwai fue parte. En la misma cuadra, además, está el cementerio que honra a varios de los soldados ingleses, australianos y alemanes muertos en la construcción de la vía. Y también una iglesia católica en honor a ellos. Yo entré por error, pensando que era el cementerio, pero no pudo haber sido mejor. Además de encontrar un poco de paz, entró una pareja de tailandeses: uno a tocar el órgano, la otra a cantar himnos en Thai… supongo que estarían practicando. Genial, en medio del país budista, escuchar la aguda y suave voz de la tailandesa católica, cantando oraciones al ritmo del organito. Y entonces pensé, estás sola pero todo va a salir bien.

Me fui al cementerio, luego al puente y a su restaurant flotante (que no es nada uau) donde intenté comer una carne al curry thai que me quemó la boca, la gargante y el estómago en solo cuatro cucharadas.

El puente, increíble, más teniendo en cuenta su historia, que va relatada en nota siguiente porque tengo que pasar la info que me anoté en el museo.

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